miércoles, 4 de noviembre de 2009
Origen
Lo supe desde que me subí ahí y todo empezó a temblar: el suelo, los tobillos, las rodillas, la cintura, cada vértebra de mi columna parecía bailar un baile independiente absolutamente contrario a la alineación de los planetas; cada articulación de cada dedo, las muñecas, los codos, los lóbulos de las orejas,... todo era oleaje. Incluso las letras de la página, el rayo de luz y el silencio del ambiente parecían temblar inevitablemente. Todo temblaba. Excepto mi voz.
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