sábado, 7 de diciembre de 2019

Sara Uribe


Fragmentos de Antígona González, de Sara Uribe (2012)

Instrucciones para contar muertos


Uno, las fechas, como los nombres, son lo más importante. El nombre por encima del calibre de las balas.

Dos, sentarse frente a un monitor. Buscar la nota roja de todos los periódicos en línea. Mantener la memoria de quienes han muerto.

Tres, contar inocentes y culpables, sicarios, niños, militares, civiles, presidentes municipales, migrantes, vendedores, secuestradores, policías.

Contarlos a todos.

Nombrarlos a todos para decir: este cuerpo podría ser el mío.

El cuerpo de uno de los míos. Para no olvidar que todos los cuerpos sin nombre son nuestros cuerpos perdidos.

Me llamo Antígona González y busco entre los muertos el cadáver de mi hermano.

[...]

Entre los pasos a seguir para buscar a un desaparecido hay que ver un álbum de fotografías de cadáveres.

[...]

¿Le dio un beso al cadáver? Quiero que me lo entreguen, casi estoy resignada.

Yo también estoy desapareciendo, Tadeo.

Y todos aquí, si tu cuerpo, si los cuerpos de los nuestros.

Todos aquí iremos desapareciendo si nadie nos busca, si nadie nos nombra.

Todos aquí iremos desapareciendo si nos quedamos inermes sólo viéndonos entre nosotros, viendo cómo desaparecemos uno a uno.

[...]








-

Más poemas de Sara Uribe

Entrevista a Sara Uribe

Lectura de poemas por Sara Uribe:

Minoico

Ciertamente que Grecia se presta para denunciar la faliabilidad de la cremación como una clave o guía en esta búsqueda, ya que muy probablemente habrá de convenirse que su lenguaje es indoeuropeo, y los micénicos no practicaban la cremación Ventris acaba precisamente de presentar a la Hellenic Society una tentativa de desciframiento de tabletas escritas en minoico (escritura lineal B), procedentes de Micenas y de la Pilos de Néstor, tentativa que ha recibido ya algún aliento por parte de filólogos ingreses y norteamericanos. Tal hecho implica que las tabletas están escritas en una forma arcaica de griego que, como en latín, guardaba todavía el sonido kw., el cual incluso en el griego de Homero se convirtió en pe. (te). Si el desciframiento de Ventris se confirma, las tabletas micénicas serán el más antiguo testimonio en un lenguaje indoeuropeo después de los documentos hititas, y la cultura micénica resultará la contraparte arqueológica de una sociedad de habla griega.


Extraído de Descubrimiento de la Prehistoria, de V. Gordon Childe

sábado, 19 de octubre de 2019

Luis Rosales

Palabras para algo más que un dolor



Tal vez sólo es posible que podamos amarnos mientras que dura un beso
o si se quiere una ardentía
que, poco más o menos, es una lástima de incendio,
quizá una lágrima de incendio,
y no puede vivir sino acabándose,
como la duración de una palabra sólo nos dice su verdad cuando está terminada
y deja su memoria en el oído.
Tal vez tengo un cansancio dirimente
y he llegado hasta ti como el náufrago si le empujan las olas puede llegar hasta la playa,
y he comenzado a andar con unos pasos tartamudos
hasta quedar extenuado,
y esto es ya como ver la espalda al día,
esto ya no es amar sino caer,
seguir cayendo sobre tu cuerpo como la noche cae en el mundo,
mientras siento crujir mis huesos y mis besos.

Tal vez es cierto y sin embargo es triste
que nuestro amor sólo puede durar mientras que dure un beso,
pero al besarte el tiempo se establece,
y tu cuerpo comienza a ser una pregunta,
cada una de tus manos tiene su gesto propio,
y el mirar de tus ojos empieza a conjugarse en voz pasiva.
Así me voy llenando de música y de tiempo,
y la música es sed,
y la sed es tan corta que tiene que nacer continuamente
como nacen mis ojos cuando el vestido empieza a resbalar sobre tus caderas
y aparecen tus hombros soleados,
tu momentánea piel,
y tu cuello de miel agonizante,
y tu cintura que es de agua,
y recorro, una vez y otra vez, el corto territorio de tu vientre,
con un mirar infinitesimal,
con un encendimiento que cada vez se hace mayor
y que al fin se convierte en bautismo
sobre un pecho pequeño que cabe en un dedal
y unas rodillas fuertes y despiertísimas que alguna vez como las nubes tienden a separarse,
y las manos te nacen de repente igual que brota un manantial,
y las caricias vienen del origen del mundo,
ya que cuando se ama
todo el cuerpo termina siendo labio.

Y no puedo olvidar que esto es un premio,
amiga mía,
un premio que me han dado para identificarme con la nieve,
mientras te miro
y se borra poco a poco tu rostro como se empañan los cristales
pues estoy atendiendo a otro diálogo,
y este diálogo es una lágrima que tengo ya en el ojo,
puesta a punto
y nunca acaba de caer,
y se va convirtiendo en araña,
y siento tu temblor,
su velludo temblor parpadeándome,
y es un poco de miedo
o una embolia
que toca con su hielo esta vida que es mía
y la contabiliza, hora tras hora, como se cierra un inventario.
Y esto no es doloroso,
amiga mía,
esto es así,
como una mano que te agarra por dentro
pensando en que la carne se encienda sin arder,
y la demora se convierta en culpa
y el beso que te doy deje de ser una caricia
y sea más bien una pregunta,
esa pregunta destituyente
que no me atrevo a hacer sino en tu boca,
pues todo lo que soy depende de ella,
depende de saber que nuestro amor pudo resucitarnos
-ésta fue su misión y la ha cumplido--
pero
sólo puede durar
mientras que dura un beso.

2 de agosto de 1976



domingo, 21 de abril de 2019

No estás sola

Realmente digo

Ya te habrás dado cuenta.
Son así los poetas…
creen que pueden decir
sin hablar, y a veces hasta
hablar sin decirse nada.
Nadie. Espejos de nadie
como cosas, invisibles. Silenciosos
como piedras inútiles, voces líquidas.

Yo, no soy poeta,
por eso cuando te digo:
“Buenos días”,
te digo realmente
“no estás sola”.
Y cuando te pregunto
“¿qué tal el día?”,
también te digo
“no estás sola”.
Y si “qué calcetines más bonitos”,
realmente digo, simple
y llano: “no estás sola”
y “estás preciosa”
no estás sola, y me encantan
tus ojos cuando ríes, no estás sola,
y “¿falta algo que comprar?”,
no estás sola, “aquí hace frío”,
no estás sola. “(Sólo por ti)
adoro las alcachofas”, porque
no estás sola. “¿Cuántas
cucharadas de azúcar?”,
no estás sola; “qué cabrón
el vecino”, no estás sola;
“¡qué simpáticos tus amigos!”,
no estás sola. “¿Puedes
bajar un poco el volumen?”
(no estás sola), “tienes que
leer este libro”, y nunca
estarás sola… “y menuda
fiesta...”, no estás sola,
“… y vaya resaca”, y nunca,
nunca, nunca, nunca.

Por suerte, no soy poeta
y por esa suerte decisiva
puedo decirte
sin parecer poeta
“estás dentro de mi corazón”
y cada vez que afirmo, niego, pregunto
sobre cualquier cosa. Por suerte
digo cosa y digo
“no estás sola,
estás dentro de un corazón”.
Y por suerte, puedo decirlo
y que no me creas,
y que sea cierto
y no pase nada
entre tú y acaso inútil taquígrafo.

Porque cuando digo
“no soy poeta” digo
“soy gaseoso, por suerte”, y
te digo: “no estás sola,
estás en mi corazón”.

Y si todos los poetas mienten digo
un engaño si digo “te quiero” para que me quieras;
entonces, si es mentira y soy poeta... diría
que poeta, pese a todo, significa de mis labios
“no estás sola”,
“tu soledad será siempre tuya”
y digo
“también esta cosa mía es tu corazón”.