Una mano inquieta dejando caer el vaso de leche
Ayer queda tan lejos
como su sombra,
como cualquier sombra pasada
de luz intocable.
Este miedo constante
mantiene alerta la carne,
de puntillas la inocencia
tras la mirilla
del horizonte.
Ahora es tarde.
Amor.
Son los ríos
cuando llegan al mar como afluentes
subterráneos.
El aire nos despega
los años del cuerpo,
ancla los pasos al fondo,
hace de velcro los terráqueos inviernos
cuando cualquier suave brisa
no es suficiente.
Los perfiles del viento
mecen las hojas al tacto
de su sombra
y las eleva
las conserva intactas
las sombras
eternas, del limonero ausente.
SpNt2005 – 13/12/2013
Ojalá pudieras...
... dejar de hacerme llorar