La cojo de la mesa,
la revuelvo entre mis manos, juego a enredarnos
y se me resbala
¡paf!
Contra el suelo.
La recojo
y la dejo sobre la estantería
con los dedos manchados,
marcado
por un trágico número de preso.
Se queda quieta,
ni una sonrisa.
Pasan los amaneceres
y las lunas frente a sus ojos
irrepetibles veces.
Sigue ahí, mirándome,
sin darse por aludida,
ni una tristeza.
Me acerco,
permanece,
la acaricio
como un suspiro de ostra
sobre perla.
La observo
y me recuerdo en primavera.
No dice nada,
no se mueve,
sólo renace del polvo,
llena el espacio
con su aroma a nostalgia.
SpNt2005 - 10/2/11
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