"¿Y por qué no he de existir yo? -se decía-, ¿por qué? Supongamos que es verdad que ese hombre me ha fingido, me ha soñado, me ha producido en su imaginación; pero ¿no vivo ya en las de otros, en las de aquellos que lean el relato de mi vida? Y si vivo así en las fantasías de varios, ¿no es acaso real lo que es de varios y no de uno solo? Y ¿por qué surgiendo de las páginas del libro en que se deposite el relato de mi ficticia vida, o más bien de las mentes de aquellos que la lean -de vosotros, los que ahora leéis-, ¿por qué no he de existir como un alma eterna y eternamente dolorosa?, ¿por qué?"
El pobre no podía descansar. Pasaban a su vista los páramos castellanos, ya los pinares; contemplaba las cimas nevadas de las sierras, y viendo hacia atrás, detrás de su cabeza, envueltas en bruma las figuras de sus compañeros y compañeras de su vida, sentíase arrastrado a la muerte.
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