martes, 26 de octubre de 2010

Nube

Una avalancha que arranca de cuajo las espinas hacia una sonrisa de dientes grandes, y no niega porque sólo puede aceptar lo que ha llegado a sus manos, más grandes que su memoria, como caído de un cielo que viene de arriba, abajo y centro, que tamiza la realidad, extrae licor de sol del aire que llena sin vaciar los pulmones del todo en ningún momento, siempre empapados, chorreando una curiosidad pueril. Formar parte del fuera al completo. Se desvanecen los segundos en punto en una cascada de energía fluyendo en imaginaciones abiertas a los parpadeos fugaces del universo dinámico, en movimiento al ritmo de cambio, en una posición propia única y privilegiada para dar el siguiente paso, perteneciente una vez más al camino pactado con la felicidad. Estirar las piernas y saltar sobre un suelo como cama sólida que los matices de la fantasía otorgan de elasticidad. Volar sin separar las puntas de los pies del suelo, sentir las nubes como una extensión del cuerpo. Olvidar durante un instante cómo arrastrar.

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