sábado, 14 de agosto de 2010

Argumento

Es cierto que en cuatro días no he dado señales de vida, que mi móvil no tenía cobertura pero los de mis amigos sí. Es cierto que soy culpable de no haberte mostrado con una conversación de apenas dos minutos el cariño que esperas de mí. Pero he llegado a casa y me lo has echado en cara sin preguntarme antes qué he vivido, qué he sentido, qué he soñado ante aquellas gotas cristalinas, ni un mísero qué tal me ha ido, si he reído, qué he aprendido, si me he enamorado o cuántas estrellas fugaces han agitado nuestra imaginación, ni qué hemos comido... Ni después.

Resulta asqueroso encontrar argumentos para cosas como esta.

A veces las lágrimas no tienen nada que ver con la autojustificación.

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