domingo, 4 de julio de 2010

Calor

Mi casa es un horno.

Podría decir que hace calor, o que mi delgadez no transpira lo suficiente, pero no, es mi casa, es el salón un infierno en el que me ofrece su dictadura la pantalla del ordenador. Cedo. Le ofrezco la mayor parte de mi tiempo, sin esperar nada a cambio. Sudo, no sé muy bien hacia dónde.

Las tardes son largas. No recibo cartas y las resacas son excusas para no levantarse de la cama.

Y pienso como si de un sueño se tratara... y llego tarde. Este verano estoy un poco extranjero.

Será el calor, que ya no encuentra fronteras dentro de este cuerpo.

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