lunes, 1 de marzo de 2010

Alzheimer

La enfermedad del olvido

Sabía que llegaría tarde,
por eso su maldición rompió los relojes de la casa
y los enterró en el jardín,
así el perro no olería los segundos muertos,
así todos sospecharían de ella.

Ella se detuvo a descansar en un banco del parque,
no era condena el peso de los segundos
besando su nuca de porcelana;
nada se movía, todo se desplazaba,
no se entrecortaban las remadas de los patos
ni las ondas del lago se extinguían en las líneas del fondo,
no había veinticuatro fotogramas para todo,
era todo flujo. No pestañeaba.

Recuperó la infinidad robada por la muerte sentada en ese banco,
en ese mismo parque,
dejando que el crujir de las hojas convirtiera en oxígeno su sensación de desgracia,
su pasado que ya no era, su futuro que ya no sería,
su historia que se diluía gota a gota en un océano de ignorancias.

No se hacía tarde, el cielo palidecía;
el sol bajaba su temperatura y su sombra se hacía grande,
arrugada. Un gran ojo de fuego penetrando en la tierra,
devorado por las enormes fauces de dientes montañosos que debía de ser el horizonte.

Nunca más llegaría tarde.

El amenazante sigilo nocturno se encargó de invitarla a volver a casa;
cansada, somnolienta, arrastró la verja entre ladridos.
Su Toby, un perro cualquiera, aún con caricias atrapadas en la memoria
recorría nervioso el jardín de un lado a otro,
aleatorio;
fue entonces cuando, retozando entre sus piernas,
descubrió la extinción de la mirada de su compañera.

Un girasol sobresalía de entre los rosales y geranios cabizbajos,
enorme sobre tierra revuelta,
como un huracán de famélicos sonidos de palabras a medias,
tendiendo su fortaleza impenetrable a la luna extraña,
armado con agujas de reloj como dientes de plata.
Pronto comenzaría a comerse a soledades los árboles, la casa, las caras...
los nombres, los significados de su vida, a ella.

La suya
era la enfermedad de los recuerdos.

Nunca más vería el presente vivo ante el espejo,
no importaba ya la dirección de sus pasos,
las salidas quedaron huérfanas de destinos...

Nunca más llegaría pronto.

Nunca más volvería a sentirse esperada.


SpNt2005 - 19/2/2010

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