domingo, 12 de junio de 2011

Adolescencia


15M, la adolescencia de un estado



“No saben cómo tratarnos, no saben lo que somos”, afirmaba uno de los portavoces del movimiento 15M con respecto al tratamiento informativo recibido por parte de algunos medios de comunicación. Brevemente, tras la manifestación del 15 de mayo, algunos jóvenes decidieron quedarse a pasar la noche en la Puerta del Sol. Podrían haber vuelto a su casa a cenar, ver la tele, estudiar o cambiar algún pañal y tener dulces sueños, pero se quedaron. Defendieron su derecho a permanecer reunidos durante un máximo de tres días. Aún así, la policía intentó “desalojarlos” de una plaza que no se puede desalojar, que es pública, de todos. A golpes. Pensaron que sería como pasar la bayeta por un anuncio de quitagrasa, pero era la superficie de un auténtico movimiento.

Resultaron ser demasiados “indignados” para tan pocos “limpiadores” y la indignación, expandiéndose como un olor a esperanza por las redes sociales, no hizo más que incentivar la participación ciudadana como forma de protesta frente a los reiterados abusos de autoridad. La Puerta del Sol se envolvió de carpas rebosantes de hormigas increíblemente bien organizadas dada la espontaneidad del evento. Durante la primera semana se establecieron acampadas en más de 83 ciudades españolas y el movimiento continúa su expansión por el resto del mundo: Alemania, Holanda, Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Colombia, México, Grecia, Australia... La spanish revolution ha dado el primer paso de un camino con un destino incierto.

En Madrid, seguirán acampados hasta el próximo domingo. Para algunos, esto supone el final del movimiento, su símbolo más visible desaparece. La imagen metódica y organizada de Madrid o la brutal intervención policial de Barcelona seguirán en nuestras cabezas mientras la actualidad impuesta por los grandes medios lo permita. Pero no es el final, el movimiento seguirá latente en Internet y en los barrios. La asamblea general se retira de las grandes plazas pero se extiende a las pequeñas. Ya se están empezando a organizar asambleas vecinales en numerosas ciudades y pueblos una vez por semana. La indignación no desaparece, y siguen llegando propuestas de cambio que no encuentran respuestas en el actual panorama político.

La propuesta islandesa de crear su nueva Constitución con procesos que hacen posible la democracia participativa, como el crowdsourcing; son prueba fehaciente de que Internet no sólo aspira a ser la Biblioteca de Alejandría, también el Ágora del mundo. En un tiempo en el que los grandes líderes ideológicos brillan por su ausencia, la comunicación instantánea agiliza el proceso de consenso y posibilita creer que es posible una organización horizontal.

Todavía se debaten propuestas contra el desempleo, servicios públicos de calidad, derecho a la vivienda, control de las entidades bancarias, fiscalidad, reducción del gasto militar, libertades ciudadanas, democracia participativa,... El movimiento es ambicioso, y esa podría ser una de las claves de su éxito o una probable causa de su potencial dispersión discursiva. Aún así, la victoria definitiva sólo llegará cuando las decisiones tomadas en las asambleas generales comiencen a ser vinculantes dentro del Congreso de los Diputados y los ayuntamientos. Ni Gobierno ni oposición se enfrentan a la indignación ante propuestas que están sobre la mesa, como son la Reforma Laboral, en el ámbito nacional; o el Pacto del Euro, a nivel europeo. Ambas íntimamente relacionadas.

La pelota está en el tejado de los políticos, y es su responsabilidad posicionarse respecto a esta nueva voluntad popular nacida del resurgimiento de una conciencia política digna de una democracia real, ausente a todas luces. Mirar para otro lado o utilizar a los grandes comerciantes para dañar la imagen del movimiento ante la opinión pública sólo daña más su propia dignidad y prestigio. Es ahora, cuando los candidatos de los dos grandes partidos deberían proponer una reforma constitucional de cara a las próximas elecciones generales. Ahora es cuando el gobierno debería empezar a preguntarle a los ciudadanos y ciudadanas españoles qué quieren ser de mayores.


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