Aún se me hace extraño hablar de mi libro como algo mío, lo hago pero, aunque no lo parezca, me cuesta.
Soñar... es lo único que le pido a mi futuro y es cuestión de jugárselo todo a una carta, sin trampas ni cartón; si caigo, que la caída me impida abrir los ojos de nuevo, quiero olvidarme y seguir respirando enchufado a mi empleo. Aunque algunos pensaran que incluso debiera agradecerle a mi jefe la oportunidad de facilitarme mi presunto derecho a seguir con vida, aún cuando sería él mismo el ladrón de mi tiempo.
La esclavitud y el arte son lo único que ha perdurado todos los tiempos, ambos son innatos al hombre e indemnes a las embestidas de la erosión; uno se construye sobre los pilares del otro y cierran un círculo insostenible, pero eterno.
Soy consciente de que carezco de significado dentro de esta página, y fuera también. Una palabra muda, esperando que mi cultura me atribuya sus juicios.
Hago oídos sordos, naufragando en las posibilidades de mi significado, mientras espero a que me digas mi nombre.
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