A mi hijo (que lo tendré)
Dibuja caracolas con la lluvia el viento
mientras las cabezas descansan a ras de suelo,
las flores besan tan fuerte a las abejas
que quedan sus rayas adornadas con su carmín de estrellas.
El gusano de seda sale de su cárcel
disfrazado de mariposa para despistar a las aves,
el verde extiende un día más su paso milimétrico
hacia arriba, hacia abajo, hacia el centro.
Y tú duermes.
El temblor de la puerta del garaje espanta los gatos,
adormecidos en los cubos de basura mojados,
el ronquido del motor augura un nuevo resfriado
de los primeros viandantes, animales de asfalto.
Abren los supermercados y cierran los burdeles,
bajan el precio del dinero y suben las tapas de los retretes,
y por un momento todo se prepara para permanecer impávido,
mientras es tocado por el fantasma de las horas, que nadie ha invitado.
Y tú duermes.
Qué más puedo pedirle al mundo
en esta fría mañana de invierno.
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