Curran y Seaton muestran cómo, efectivamente, el mercado logró lo que la intervención del Estado no había podido conseguir. Tras la abrogación de los impuestos punitivos sobre los periódicos entre 1853 y 1869, nació un nuevo periódico local, pero en todo lo que quedaba de siglo no apareció ningún periódico local para la clase trabajadora. Curran y Seaton señalan que:
De hecho, el eclipse de la prensa radical de la nación fue tan absoluto que cuando el Partido Laborista se desarrolló a partir del movimiento obrero durante la primera década del siglo XX, no obtuvo el respaldo exclusivo ni de un solo diario o dominical de ámbito nacional.
Una de las razones de peso para ello fue el aumento de escala de la empresa periodística, con el consiguiente e ininterrumpido incremento de los costes de capital a partir de mediados del siglo XIX, a causa de los adelantos tecnológicos y la creciente presión de los propietarios de dichas empresas por lograr una mayor audiencia. La expansión del mercado libre vino acompañada por una "industrialización de la prensa". En 1837 el coste total de poner en marcha un semanario nacional rentable se cifraba en unas mil libras, lo que suponía a su vez una venta de al menos 6.200 ejemplares para cubrir los costes. En 1867 el coste de salida estimado de un diario londinense era de 50.000 libras. El Sunday Express, que apareció en 1918, gastó más de dos millones de libras antes de cubrir costes incluso con una difusión de más de 250.000 ejemplares.
Otro tanto sucedió en los Estados Unidos, donde en 1851 el coste de salida de un nuevo periódico en Nueva York era de 69.000 dólares. La venta pública del St. Louis Democrat en 1872 alcanzó una cifra de 456.000 dólares, y en la década de los años veinte se llegaron a vender periódicos urbanos por cifras que oscilaban entre los seis y los dieciocho millones de dólares; en 1945 se podía decir ya que "incluso la editora periodística más modesta es un gran negocio... [y] ya no se trata de una empresa que se pueda acometer a la ligera, ni siquiera disponiendo de un capital sustancial y, por supuesto, en modo alguno si no se dispone de él".
Por consiguiente, el primer filtro -la limitación de la propiedad de los medios de comunicación de una magnitud y difusión significativa, por exigir una gran inversión- era ya aplicable desde más de un siglo antes, y con el tiempo se iba haciendo cada vez más importante.
Citas de James Curran y Jean Seaton, Power Without Responsability: The Press and Broadcasting in Britain, Methuen, Londres, 1985. (Descargar .pdf)
Extraído de Noam Chomsky y Edward S. Herman, Manufacturating consent: The Political Economy of the Mass Media (Los guardianes de la libertad), Nueva York, 1988. Páginas 24 y siguientes.
Extraído de Noam Chomsky y Edward S. Herman, Manufacturating consent: The Political Economy of the Mass Media (Los guardianes de la libertad), Nueva York, 1988. Páginas 24 y siguientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario