Balada de las dos balas
Regresas de las lógicas. Un muro
de bloques sin repello te sujeta
la sombra a cada paso. Llegas, petas
desde el balcón un porro y yo me juro
que no la vuelvo a ver y ya me apuro
de golpe el tinto en vasos. Las maletas,
la herrumbre en torno, deudas, sed, mi jeta
de nuevo en el espejo —todo es duro
si dura un solo instante más la vida
de ayer aquí cadáver hoy de espanto.
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Quizá no nos amemos, me comentas,
quizá no así, no sé. Tal vez la huida
de nada sirva, pienso y mientras tanto
te juras no volver a verlo y cuentas
las horas de la muerte y ya las cuento
de vuelta yo del váter a la noche
contigo en el balcón. Después me pasas
el porro y luego al rato vemos, lento,
parado casi, blanco, cómo un coche
de súbito aparece entre las casas,
avanza un poco y tuerce hacia la izquierda.
Allí, bajo los árboles, las luces
alumbran el solar que desde el cruce
se extiende hasta el chasnaque de los Muerdas.
La luna, torpe, luce y —sigo: Mierda.
Me cago en el copón, el que conduce,
joder, es el cabrón que dio de bruces
ayer, cuando el follón, ¿ya no te acuerdas?
Es él, te insisto, sí, me sé su cara
—su nombre y sus designios. Puta suerte,
mascullo y tú me miras. Tienes suerte,
me sueltas impasible y, cara a cara,
ya estás con él abajo, le disparas
de pronto y te regresas —con su muerte
guardada en la penumbra, con su muerte
calmándome los pulsos. Si disparas
mañana a la mujer que a mí me busca
decide no dudar y ve a matarla
pues ella no tendrá piedad conmigo,
me dices. Yo me callo y tú: Me busca
seguro porque sabe que a olvidarla
dispuesto estás, añades. Ya, me digo.
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Nos pongo vino. Bebo. Bebes. Pronto
mañana llegará y será preciso
bajar hasta la calle de las prisas
letales y buscar en las cornisas
del pánico la voz y luego el viso
de aquella que ya es muerta y no ser tonto,
feliz, cobarde o débil. Hago un porro.
Lo peto. Fumo un poco. Te lo paso.
Me cuentas los lunares de la espalda y
no sé por cuántos vas cuando la falda y
después las bragas, claro, ya de paso
te quito y tú la muerte a mí. Del costo
quedaba apenas nada, sólo dudas:
Mañana, la ciudad. Y tú desnuda.
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Fragmentos de una entrevista a Luis Melgarejo:
Aparte de que en por desgracia bastantes ocasiones, para los que dicen no a ese panorama, ese otro panorama en el que ellos sí están se convierte en el único panorama posible y en oh somos el panorama, estoy en él, el panorama, estoy al fin en ese plano oscilatorio de trascendendepollas que igual en todos sitios, sí, en ese otro panorama en el que ellos sí que. Somos reconocidas, seducidas, atrapadas y apoderadas a un tiempo en todo este tipo de ámbitos y ritos. Y es entonces cuando empieza una a perderse nuevamente y recomienzan a agriarse las entrañas entre tantos egos summus en constante trascendencia. No me entiendo ya ni yo, y usted disculpe. ¿Sí?
[...]
Y eso que ni siquiera igual hemos hecho sino arrancar, como te digo, quizá ni eso. Pero es que como aparte cada día valoro más o más preciso o más me doy yo cuenta, no sé, de la cantidad de cosas mucho más importantes y por hacer que van quedándose y que ya te he dicho me importan más ahora mismo que todo este estar al loro de la copla editorial y el mamoneo correspondiente por mucho que el sustento de los hijos que no tengo sean las reseñas, los talleres de escritura, la animación lectora, las lecturas y todas esas actividades relacionadas, pues eso, sí. Y si estar al día de lo que se cuece viene a ser una obligación llamémosla revolucionaria o de eficiente oficinista, pues me temo que yo estoy esta vez metiendo la cabeza como el avestruz o no disfrutando ni currando ni en el paro, que cantaría el Evaristo en ambos casos.
Una lista de cosas mucho más importantes pendientes para ahora mismo: Comprobar si ya han pagado los que deben para yo pagar mis deudas, si han pagado y sobra tras saldar ir a comprar comida y tiestos, si he comprado cocinar, disfrutar veinte minutos como un niño chico tonto con la gata, barrer, fregar, limpiar el polvo, echarlo si apetece y tras la siesta preparar los materiales de trabajo, los cuchillos y los lápices, los folios, ver a gente, a la familia, subir cuestas y paredes, mirar bichos, oler plantas, coger piedras y bla bla bla. Como una más.
[...]
Yo no trabajo con esa gente, joder. No estamos embarcados en un puto proyecto de escritura cooperativa ni nada por el estilo. Escriben, escribís, escribimos, escribe, escribes y resulta que escribo y por eso parece que voy a tener que estar obligado a llevarles la vida mientras me dure y bla bla y no. Que no. Que bastante tengo ya con preocuparme por mis propios textos y los de alguna gente más como para estar pendiente y al día de todo el tingladito del mundillo literario, del de las revistas de abolengo y del de los fanzines costra, copón.
[...]
Me quité el libro de en medio y supuso que me puse a escribir de nuevo. Me comí todo el marrón de entrevisticas, estar en boca de todo quisque y ya se puede usted imaginar: Un mierdero en toda regla que, si yo tuviera un poco más desarrolladas ciertas capacidades de interacción social o gozase con ellas, habría disfrutado de lo lindo y buscado la forma de sacarle el provecho de la tajada gorda y vamos a más, imparables, nos crecemos, ja. Pero no. Sólo fue más miedo, más confusión, más fuerte la certeza de qué demonios hago yo aquí. ¿Esto era el escribir, para esto? Pues sí, idiota, para esto. A ver si te enteras ya de una vez que las más de las veces cuando te sientas no es sino para que luego aunque no te lo quieras reconocer te vengan y te digan que eres la hostia. Y ahí está la puta trampa. Y sirvió pa’darme cuenta de eso, sí.
Entrevista completa (muy recomendable)
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